lunes, 26 de abril de 2010

San Benito de Nursia


Entre las numerosas obras del papa San Gregorio Magno (540-604 d.C.) –uno de los más grandes escritores de la Iglesia occidental– se halla la obra titulada El Libro de los Diálogos, escrito en forma de un diálogo entre el mismo Gregorio Magno y un personaje ficticio denominado Pedro. En dicha obra, San Gregorio narra la vida de varios santos venerados en su época. El segundo Libro de los Diálogos está enteramente dedicado a San Benito Abad, un santo nacido en Nursia (Umbría) hacia el año 480 d.C.

Siendo Benito un joven estudiante en Roma, decide cambiar radicalmente su vida haciéndose monje. Una hermana suya, de nombre Escolástica, ya había sido consagrada a Dios desde su infancia. Al comienzo de su nueva vida Benito habita en la región montañosa de Subiaco, no lejos de Roma, donde más tarde establece varios monasterios con numerosos discípulos. Finalmente se traslada a Montecassino, donde funda un nuevo –y célebre– monasterio, en el cual reside hasta su muerte. En Montecassino crece su irradiación espiritual, y allí escribe la conocida Regla para monjes, que a lo largo de los siglos tendría amplísima difusión.

San Gregorio Magno no tuvo la intención de escribir una biografía en el sentido moderno de la palabra, sino más bien mostrar a sus fieles la imagen de un verdadero santo: un hombre de Dios, un amigo de Dios, que por serlo participa de los dones divinos de poder y de ciencia (milagros, profecías, entre otros). El mismo Gregorio nos dice que no se informó acerca de todos los detalles de la vida de San Benito, y que tampoco refiere en su libro todo lo que ya sabía acerca del santo.

Para Gregorio, San Benito es ante todo el ideal del monje perfecto, y la narración de su vida es como un programa de vida que presenta a sus lectores.

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